Wednesday, June 5, 2013

Reflexiones después de conciencia repentina



No sé cuánto tiempo llevo aquí consiente. Mientras miro la iluminada y a la vez sombreada mansión, me pregunto quién vive allí. Quizás el hombre que en este momento cierra la puerta del granero sea el propietario, su familia sentada adentro y él aquí afuera preparándose para la inminente tormenta. Me doy cuenta que la luz no viene solamente de las nueve ventanas de la casa y la puerta del granero, sino también de relámpagos distantes. El hombre debe saber que se aproxima la tormenta y que no sólo amenaza. Las aletas del molino de viento se mueven lentamente. Tal vez ese viento fue lo que me despertó a mí también.
            Todo objeto iluminado se refleja en el jagüey que acabo de descubrir a mi derecha. Todo parece adormitado. Fuera de la casa, el granero y los relámpagos reflejados en el agua, todo está oscuro. Árboles me rodean, altos, triangulares y verdes. Son mucho más altos que yo. No debo ser uno de ellos entonces. No parecen tener conciencia de mi presencia o aún de la suya.
            Hay una casucha detrás del molino, completamente a oscuras — tal vez yo viva allí. No sé cómo soy, así que intento acercarme al agua para capturar mi reflejo en ella y me doy cuenta que no me puedo mover, mis brazos estirados horizontalmente terminan en manos secas, amarillentas e inútiles y mis pies se encuentran atados a algo que desafía la ley de gravedad ya que no toco suelo sólido.
            Continúo examinando y re-examinando mis alrededores. Hay algo seco y muerto en el suelo debajo de donde creo que están mis pies, si los poseo, una cosecha quizás. Debió haber sido ya recogida y se ha secado. Tal vez sea el fin de una estación y el comienzo de otra. Miro a mi alrededor una vez más a los lugares que acabo de examinar y descubro que todo está paralizado en tiempo y espacio. Debí haber imaginado el movimiento del molino, o se movió por un segundo y luego se detuvo. Aún el hombre en la puerta del granero no ha cambiado de posición. También observo que hay una persona cerca de una ventana abriendo o cerrando las cortinas en estática perpetuidad.          
            Hay un lugar adonde todavía no he mirado. ¿Podré voltear la cabeza y ver detrás de mí? Veo que sí y eso hago. Ahora te puedo ver a ti mirándome fijamente desde la parte de atrás del mostrador de la tienda mientras sacas dinero de tu billetera, a plena luz del día donde te encuentras al otro lado de lo que ahora compruebo es un lienzo. Espabilas y mueves tus labios como si te alistaras a formular una pregunta al tendero con tus ojos fijos en mí. Cierras la boca repentinamente, sacudes la cabeza y pagas por tu compra. Después me miras una vez más, te encoges de hombros y dejas la tienda.  

Publicado por "Revista Bacanal" de Barranquilla, Colombia

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